Son
las diez de la noche, y Wilkin Ramírez limpia y prepara pescado fresco ante la
mirada impaciente de un grupo de clientes que, minutos después, lo adquieren a
un precio muy inferior al que se acostumbra en la ciudad.
El
hombre ha instalado en la puerta de su casa una pescadería ambulante
aprovechando que del otro lado de la calle aparcan las yolas de los pescadores
que todos los amaneceres salen a la mar a buscar el sustento de sus familias.
Ante
la pregunta del periodista, deseoso en conocer cómo no tenía miedo de tener un
negocio así a esas horas de la noche en un barrio que en apariencia no era
portador de tranquilidad absoluta, John le dice: “Yo nací y me crié en La Ciénaga
y antes de la llegada de la Policía Comunitaria, a las seis de la tarde había
que cerrar los negocios y trancarnos en las casas porque las calles eran
propiedad de los delincuentes, pero ahora la cosano tengo nada que temer. La Ciénaga
es una zona tranquila gracias al programa Barrio Seguro. Por aquí se acabó la
droga, y también los tiroteos entre bandas”.
Mientras
el hombre sigue hablando, otro grupo de jóvenes periodistas integrado por Rocío
Soto, Evelyn Abréu y Emerzon Castillo, recorre el sector.
Las Canquiñas
Caminando, el grupo llega al parque Las Canquiñas que en sus inicios fue la
obra más apreciada por la comunidad, no solo por contar por primera vez con un
lugar de esparcimiento familiar e infantil, sino por contar, a su lado, con un
moderno consultorio médico y una farmacia popular. Sin embargo, la situación
actual del lugar no es la misma que en sus inicios. Los vándalos se han
encargado de sustraer los brakers, interruptores y de destruir las bombillas
para crear el caos nocturno y convertir el lugar en territorio “de tolerancia”
donde la gente teme cruzar.
Fuente: Listin Diario
Fuente: Listin Diario
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